4.10.06

I. Diversidad




Son muchas las manifestaciones de la preocupación por lo que puede hacer la gestión empresarial, la mercadotecnia o la administración por el teatro. Cada vez es más marcada la presencia de una misión y visión corporativas en una carpeta, materiales cada vez más interesantes en estas, objetivos planteados con mayor definición a partir de un montaje, definiciones del público al que va dirigido tal o cual proyecto, la necesidad de tomar diplomados o curso-talleres de gestión cultural o administración cultural o como quiera que se llame aquello que se imparte últimamente en los centros culturales que adquiere nombres cada vez más llamativos.

Más allá de la globalización, pues me parece que este término cada vez con más insistencia se ve rebasado en los fenómenos económicos, culturales y sociales, la fusión de corrientes, la adopción de técnicas cada vez más remotas y más recurridas, la coincidencia de conclusiones sobre filosofías teatrales se hace algo cotidiano y es lo que da origen a lo que parece ser un renacimiento identitario; en donde ahora, cada cultura, o por lo menos cada región geográfica trabaja arduamente en la construcción de una identidad específica, propia que parte de un número cada vez mayor de herramientas de las cuales valerse para definirse.

Esto no es nuevo, esto tiene una interesante analogía con el fenómeno de marcas del mundo. Parece que ahora vivimos en un mundo en donde lo importante de un bien – y lo llamo así porque no hablo sólo de productos, hablo de filosofías, actitudes, corrientes, estilos, percepciones, en fin, cualquier cosa que se les pueda ocurrir – no es la calidad, el contenido o el proceso, sino la marca que lo representa. Vivimos en un mundo regido por las marcas que determinan y determinarán, por lo menos un largo período, las opciones generales del ser biopsicosocial que habita este planeta.

A diferencia de algunos muchos escritores y activistas que dedican sus vidas a la contracultura, término dado a aquella alteración o parodia de la publicidad que se mofa o exhibe las “malas intenciones” de la institución o producto que exhibe, yo pienso, hasta este momento, que el fenómeno del marketing regido por “Marcas sí, productos no” no es del todo negro y que incluso podemos utilizar grandes ventajas jamás aprovechadas hasta este momento del tiempo que quizá puedan estarse desperdiciando y aplicarlas a nuestro mundo teatral chilango.

Vivimos actualmente una era en donde cada vez más desaparecen los criterios tan generalizados para asignar valores a un grupo numeroso de personas y ahora cada vez el hombre piensa en el individuo como un ser único e irrepetible al que hay que estudiar con mayor cuidado porque cada vez existe una mayor sensibilidad al ser tratado de manera general. Es decir, antes podíamos identificar a las amas de casa, a las secretarias, a los vendedores, a los nacos, al fanático, al rarito y así por el estilo; ahora las amas de casa se pueden clasificar en una infinita gama de combinaciones, por ejemplo, como la ama de casa joven y universitaria, como la ama de casa recién jubilada; a las secretarias como las bilingües, las proactivas, las bonitas, las becarias… un momento, ustedes disculpen pero es extraño como a medida que este grupo puede ser subclasificado está próximo a desaparecer; a los estudiantes como universitarios, preparatorianos, de escuelas privadas, públicas, adultos, de rpimaria, en fin, sabemos mucho sobre este grupo y así… la lista es cada vez más incalculable.

Es por lo anterior que la marca, es tan importante en la actualidad, pero no solamente una sola marca puede “marcar” a las personas como ellas quieren, como el trato es con individuos, es la combinación de marcas la que representa la actitud ante la vida de una persona; las no marcas o la piratería también constituyen una marca, no como resultado de una ardua consolidación de deseos corporativos, sino como una percepción propia del consumidor al asumir la compra de un artículo así.

En el teatro esta relación es demasiado marcada, aunque no de manera tan consciente como en el mundo empresarial (no porque quiera hacer una diferencia entre algún llamado mundo empresarial y un mundo teatral, pues no puedo dejar de considerar la existencia, desde siempre, de la empresa en el sector teatral), ya que alguna parte del espectador en el Distrito preferirá asistir a algún montaje de Ciertos Habitantes, como otro al Carro de comedias, o como algún otro que asista regularmente a los montajes de la Nacional, pues así como en los productos de consumo final, el espectador teatral tiene muy definidos sus hábitos de consumo en la cartelera teatral, de acuerdo a lo que quiere ver en el escenario y la propuesta, la técnica o los temas de una u otra compañía o dirección.

Como productor de teatro jamás olvidaré una frase de uno de mis directores que resulta ser una gran paradoja para mí: hacemos teatro para el público, pero el público nos vale madre”.

Por lo pronto me gusta pensar que la gente siente que es terriblemente estafada cuando compra algo que no le satisface en nada y que, lejos de eso, siente que ha perdido tanto tiempo, como dinero, como autoestima, pues a veces el teatro llega a ser realmente arrogante para con el espectador, lo que debemos de hacer es enfocarnos a un público muy bien estudiado y al que realmente creamos que tenemos algo que decirle con un montaje en particular. La venta de obras en las escuelas es un recurso que además de agonizar, está siendo cada vez más olvidado por la mayoría de las compañías y se vuelve parte del nicho principal de las compañías amateur.

Existen muchos factores a considerar a la hora de definir a nuestro público meta, algunos son: edad, sexo, nivel socioeconómico, hábitos de consumo, sensibilidad, ubicación geográfica, estilos de vida y otros; la combinación de todos ellos nos acercarán a una mayor efectividad en la percepción del mensaje que nosotros queremos transmitir y además, tendremos una taquilla diferente a muchos proyectos.